Comencé a notar que era un hombre diferente desde mi adolescencia. Mis amigos acostumbraban a conquistar mujeres sin darles una importancia trascendental a cada una de las relaciones que iniciaban. Yo observaba. Me llamaba la atención las miradas que lanzaban hacía las mujeres. Si bien me sentía atraído también por ellas no comprendía porque tenía que expresarse con esas miradas con esos comportamientos. En ese sentido yo era muy simple y aburrido en mis relaciones, si bien tampoco eran nada trascendental no se comparaban en el número que tenían mis amistades.
Desde entonces me gustaba observar lo que pasaba a mi alrededor, por la calle veía lo que otros hombres hacían al ver a una mujer, la manera en la que miraban como reaccionaban. Podía entender la atracción pero no la reacción. ¿Qué los hacía reaccionar así? Quizás si mi círculo de amistades masculinas se hubiera mantenido tendría la posibilidad comportarme de una manera similar, fue justo eso lo que me hizo alejarme de esas amistades. Al desaprobar sus conductas me aleje de amigos hombres con el fin de no ser igual que ellos. Me aburría hablar solo de mujeres, conquistas y cosas similares. El único tema estándar que aún manejo para cuando llego a tratar con hombres a quienes comienzo a conocer es el futbol.
En ese aislamiento masculino, mi círculo de amistades femeninas creció y se convirtió en el principal. No fue sino hasta la universidad que comencé a tener relaciones más continuas era una reacción ext6raña, alguien me encantaba o me sentía conectado con ella. Es como si por un momento todo se diera para que esa conexión fuera percibida tanto por ellas como por mí y la relación comenzaba en ese mismo momento. Recuerdo que en una ocasión, no sé como una amiga y yo terminamos en mi casa con una compañera de clase a la que no ubicaba del todo. Algo sucedió un instante antes de salir pero en menos de 15 minutos éramos ya una pareja.
Unas semanas después conocía a una chica en otro estado, después de unas cuantas horas juntos hubo una conexión y una nueva relación comenzaba, a mi regreso a la universidad termine a mi pareja de la universidad con cualquier pretexto absurdo con la idea de no tener dos relaciones al mismo tiempo. Desde ese entonces notaba la facilidad con la que uno podía encontrar una pareja y si, también como uno puede ser infiel.
Como mi pareja vivía en otro estado no nos veíamos continuamente solo cada 15 días o cada mes. En una de las semanas que no nos vimos otras de mis compañeras de la carrera tuvo un conflicto con quien había sido su novio durante casi 3 años. Recuerdo que con ella note que el ser vulnerable abre las puertas de la empatía, uno necesita ser escuchado y escuchar. Hablamos, me conto lo que había sucedido y lo que estaba pasando. En algún punto de todo esto comenzamos a besarnos. No sucedió nada más allá de lo que conocemos popularmente como un faje.
Platicamos lo que había ocurrido, ella no quería iniciar otra relación, en realidad no sabía lo que quería después de haber terminado con su pareja. Pero necesitaba sentir que podía volver a ser atractiva para otro hombre, necesitaba una esperanza. Recordé el comportamiento de mis amigos ante escenarios similares, los comentarios que hacían ante esos casos y la manera en que manipulaban la situación para tener alguna ventaja en beneficio personal o solo para sentir que habían tenido una conquista o para terminar teniendo sexo con ellas.
Ese fue el punto donde comencé a verme como hombre diferente, pero no veía que en ese momento podía haber sido infiel, mi concepto de infidelidad no se ajustaba al parámetro tradicional, no había llegado a la cama con ella pero tampoco estaba iniciando otra relación, es por eso que no le di mayor importancia.
Con el paso del tiempo vinieron otras situaciones que me confrontaron más con la parte masculina que yo venía rechazando. Se las iré contando en esta serie.
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