La educación de cada uno de
nosotros comienza en casa, a partir del núcleo familiar es que podemos repetir
patrones culturales que vienen establecidos de tiempo atrás. El machismo,
forjado en la estructura patriarcal de nuestra sociedad occidental, no es la
excepción de esta regla. Lo recibimos por nuestros padres, algunos pueden decir
que es la madre quien lo transmite y lo preserva, la realidad es que lo hacen
ambos. De niño, uno necesita la figura paternal, representada por el padre, el
tío, el abuelo, o quien sea, tanto como la figura maternal con la madre, la
tía, la abuela, en fin.
En mi caso, no se si fue la
ausencia de mi madre la que provoco que no tuviera una imagen clara de cómo
tenía que comportarse un hombre o bien, que mi padre venía rompiendo un patrón
familiar.
Mi papá fue el mayor de los
hombres de su familia era el segundo (aunque debió ser el 4º pues a mi abuela
le fallecieron de pequeños un hombre y una mujer), al tener el papel del primer
varón, mi abuelo se encargo de conferirle grandes responsabilidades desde que
era pequeño.
Él dejo de estudiar la primaria a
petición de mi abuelo quien lo obligo a salir a la calle a “desquitar lo que en
su casa comía”; desde entonces comenzó el distanciamiento entre mi padre y mi
abuelo. Conforme mi padre creció vivió violencia física por parte de mi abuelo,
le toco ser testigo de más de una infidelidad que él hacía, incluso saber que
se había casado con más de una mujer. Con mi abuela no se casaría hasta
cumplidos, casi, los 90 años. Esta desvinculación lo llevo a refugiarse en el
alcohol.
Recuerdo que en una ocasión,
precisamente en estado de ebriedad mi padre me confesó el rencor que tenía para
con su padre, el sabía que tenía que perdonarlo, pero no sabía cómo y no creía
ser capaz de hacerlo y la razón por la cual no podía el expresar sus
sentimientos a otras personas, parejas, su hijo; era por el trato que su padre
le dio, si él no había recibido amor, no se sentía capaz de poderlo compartir.
Durante mi infancia mi padre fue
muy ausente, mi mamá no vivía con nosotros y el tenía que trabajar, por lo que
yo solo lo veía durante las mañanas, antes de irme a la escuela y por las
noches, cuando regresaba de trabajar. Por parte de mi padre nunca vi que,
comportamientos atribuidos a mi abuelo, fuera repetidos en mi casa, mi padre
nunca me golpeo ni recuerdo que me hubiera gritado, sabía, y aún sabe, que tono
de voz utilizar para mostrar su desacuerdo con algo y hacer algún reproche por
ello.
Si mi padre hubiera repetido
patrones familiares, es probable que yo no estuviera escribiendo esto, de él he
aprendido muchas cosas pero golpear, ser un hombre agresivo o un mujeriego, él
nunca lo mostró.
A veces me gusta pensar que mi
papá, al comenzar a romper ese patrón familiar, dio pie a que yo tuviera este
tipo de crisis, pues es una persona que no sabe expresar sus sentimientos,
pero, paulatinamente se ha abierto al intento de hacerlo. Se le dificulta por
el rencor acumulado, pero lo intenta.
Por mi padre fue que comencé este
blog, sentía que necesitaba sanar ese vínculo pues, al ser una figura ausente,
necesitaba comenzar a acercarme a mi papá, comenzando por mi masculinidad para
intentar descubrir si, en ese camino, podía encontrarlo. Mi padre siempre ha
estado ahí conmigo, pero se que lo que no me dejaba verlo fue centrarme en la
ausencia de mi madre.
Si, para poder descubrir mi
masculinidad y la fuerza y energía que ello implica no solo debía acercarme a
mi padre, sino también a mi madre, en realidad a ambos, a los dos juntos y al
mismo tiempo, eso lo descubrí en constelaciones familiares. Ahora, corresponde
hablar de mi madre.
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